Bienvenidas y bienvenidos a esta mini-web.
Este relato del genial Asimov, está dedicado especialmente a mis compañeras y compañeros del curso de cocina de la Escuela Eneldo, en Valencia.
El relato se llama "Buen gusto" (si lo lees, sabrás por qué...) y forma parte de una colección de relatos cortos de Isaac Asimov, agrupados en un libro titulado "los vientos del cambio", de la editorial Martinez Roca.
Buen Gusto (Los Vientos de Cambio)
A finales de 1975, Alan Bechtold, que dirige una pequeña empresa editora semiprofesional a la que llama Apocalypse Press, tuvo la idea de editar una serie de historias de ciencia ficción, en edición limitada, escritas especialmente con ese fin. Al cabo de un año de su publicación, todos los derechos de esas historias revertirían de nuevo al autor.
Me sentí intrigado por la proposición y, en enero de 1976, escribí Buen Gusto, que, con franqueza, me gustó enormemente. Tenía la impresión de haber conseguido elaborar en la historia un fondo social realmente fascinante. Bechtold publicó el relato, pero otros autores que habían prometido enviarle historias no lo hicieron y, desgraciadamente, el proyecto no tuvo continuidad.
De modo que, una vez hubo transcurrido el año, sometí la historia a George Scithers, para mi propia revista, que en ese momento acababa de ver la luz. Buen Gusto apareció en el número de otoño de 1977 de Asimov’s.
ISAAC ASIMOV
1.
Resultó claro para todo el mundo que nada de aquello hubiera ocurrido -la familia no se hubiera visto sumida en la ignominia, y el mundo de Gammer no se hubiera sentido asombrado y horrorizado- si Chawker Menor no hubiera realizado el Gran Viaje.
No es que fuera ilegal efectuar el Gran Viaje pero, en Gammer al menos, era considerado como algo socialmente inaceptable. Chawker Viejo se había manifestado en contra de ello desde un principio, preciso es decirlo, pero entonces Dama Chawker se había puesto del lado de su menor, y es bien sabido que a veces las madres no atienden a razones. Chawker era su segundo hijo (ambos varones, incidentalmente), y no iba a tener más, por supuesto, de modo que no era sorprendente que se sintiera inclinada hacia él.
Su hijo pequeño había deseado ver los Otros Mundos de la Órbita, y había prometido no estar fuera más de un año. Ella había llorado, se había preocupado y había mostrado su aflicción de una forma trágica; luego, se había secado los ojos y había hablado seriamente con Chawker Viejo..., y Chawker Menor se había ido.
Ahora estaba de vuelta, exactamente un año después de su partida (siempre había sido un joven que cumplía su palabra, de modo que en ningún momento le preocupó que Viejo pudiera retirarle su apoyo si se retrasaba un solo día), y la familia celebró una fiesta.
Viejo llevaba una brillante camisa nueva, negra, pero no permitió que las severas arrugas de su rostro se relajaran, ni condescendió a preguntar los detalles del viaje. No sentía interés -ningún tipo de interés- hacia los Otros Mundos, con sus extrañas costumbres y su primitiva curiosidad (no mejores que las costumbres de la Tierra, de la cual la gente de Gammer nunca hablaba).
—Tu tez tiene un aspecto sucio y estropeado, Chawker Menor —dijo.
(La utilización del nombre completo mostraba su desagrado.)
Chawker se echó a reír, y la clara piel de su rostro más bien demacrado se frunció.
—Me mantuve lejos del Sol tanto como me fue posible, Viejo-mío, cosa que los de Otros Mundos no siempre hacen.
Dama Chawker dijo cálidamente:
—No está sucio en absoluto, Viejo. Respira calor.
—Del Sol —gruñó Viejo—. Y luego dirá que ha estado cavando en la porquería que tienen allí.
—Las labores del campo no son para mí, Viejo. Es un trabajo duro. Aunque, eso sí, en alguna ocasión visité los tanques de hongos.
Chawker Mayor, con tres años más que Menor, rostro ancho y cuerpo pesado, pero salvo por eso muy parecido a él, se sentía dividido entre la envidia porque su hermano más joven hubiera visto otros mundos distintos de la órbita y la repulsión ante ese simple pensamiento. Dijo:
—¿Has comido su Básico, Menor?
—Algo tenía que comer —dijo Chawker Menor—. Por supuesto, tenía los paquetes que me enviabas tú, Dama-mía. A veces me salvaron la vida.
—Supongo que ese Básico sería incomible —dijo Chawker Viejo con desagrado—. Quién sabe las porquerías que debe contener.
—Oh, vamos, Viejo-mío. —Chawker Menor hizo una pausa, como si intentara elegir las palabras; luego se alzó de hombros—. Bien, sí, se necesita hacer de tripas corazón. Sin embargo, uno termina acostumbrándose. Y no voy a decir más. Pero Viejo-mío, Dama-mía, me siento tan feliz de estar de vuelta en casa... Las luces son tan cálidas y acogedoras...
—Apuesto a que has acabado harto del Sol —dijo Viejo—. Pero, claro, tú querías ir. Bueno, bien venido de vuelta al mundo interior, con luz y calor bajo nuestro control, muy lejos de los campos y el resplandor del Sol. Bien venido de vuelta al seno de la gente, como dice el proverbio.
—No obstante, me alegro de haber ido allí —declaró Chawker Menor—. Ocho mundos distintos, ya sabes. Eso te proporciona una amplitud de miras que no consigues de otro modo.
—Y que sería mejor que no hubieras conseguido —sentenció Viejo.
—No estoy seguro de ello —dijo Chawker Menor, y el párpado superior de su ojo derecho tembló ligeramente mientras miraba a Mayor.
Chawker Mayor apretó los labios, pero no dijo nada.
2.
Fue una fiesta. Cualquiera hubiera tenido que admitirlo, y al final fue el propio Chawker Menor, que había sido el más ansioso por empezar, el primero en echarse atrás. No tenía otra elección; Dama no dejaba de traerle bocados de lo que parecía ser una despensa sin fondo.
—Dama-mía —protestó afectuosamente—, mi lengua está embotada. Ya no puedo percibir el sabor de nada.
—¿No percibes el sabor? —dudó Dama—. ¿Qué clase de estúpida historia es esa? Tienes la habilidad del propio Gran-Viejo. A la edad de seis años, eras ya un Gustador; tenemos pruebas interminables de ello. No había ningún aditivo que no pudieras detectar, aunque todavía fueras incapaz de pronunciar correctamente su nombre.
—Las papilas gustativas se atrofian cuando no son utilizadas —refunfuñó sombríamente Chawker Viejo—, y vagabundear por los Otros Mundos puede estropear por completo a un hombre.
—¿De veras? Bien, veamos eso —dijo Dama—. Menor-mío, dile a tu incrédulo Viejo lo que has comido.
—¿Por orden? —dijo Chawker Menor.
—Sí. Demuéstrale que recuerdas.
Chawker Menor cerró los ojos.
—No es una prueba justa —protestó—. He disfrutado tanto con los sabores que no me he detenido a analizarlos; y hace tanto tiempo de ello...
—Excusas. ¿Lo ves, Dama? —dijo Viejo.
—No obstante, lo intentaré —saltó apresuradamente Chawker Menor—. En primer lugar, el Básico para todos ellos procede de los tanques de hongos de la Sección Este, y en particular del décimo tercer corredor, creo, a menos que se hayan producido grandes cambios en mi ausencia.
—No, estás en lo cierto —aprobó Dama, con satisfacción.
—Y resultó muy caro —señaló Viejo.
—El hijo pródigo vuelve —intervino Chawker Mayor, un poco ácidamente—, y debemos sacar los mejores hongos, como dice el proverbio... Di los aditivos, Menor, si puedes.
—Bien —dijo Chawker Menor—, el primer bocado era principalmente Mañana de Primavera con añadido de Hojas A-Refrescadas, y un toque, sólo un toque, de brotes de Spara.
—Correcto —dijo Dama, sonriendo alegremente.
Chawker Menor siguió con la lista, los ojos aún cerrados, su recuerdo de los sabores yendo complacidamente hacia delante y hacia atrás, captando los aromas y las consistencias de los bocados. Se saltó el octavo, y luego volvió a él.
—Ese me desconcierta —dijo.
Chawker Mayor sonrió.
—¿No lo captas en absoluto?
—Por supuesto que lo capto. Capto la mayor parte. Era Cordero Retozón..., no, Cordero Saltarín. Retozón, aunque se decantaba un poco hacia el Saltarín.
—Vamos, sigue, no intentes hacerlo difícil. Es muy fácil —le apremió Chawker Mayor—. ¿Qué más?
—Menta Verde, con apenas una pizca de Menta Ácida..., y una pulgarada de Sangre Efervescente... Pero había algo más que no puedo identificar.
—¿Era bueno? —preguntó Chawker Mayor.
—¿Bueno? Este no es un día para preguntarme eso. Todo es bueno. Todo es suculento. Y eso que no puedo identificar parecía también muy suculento. Era parecido a la Flotación del Seto, pero mejor.
—¿Mejor? —exclamó Chawker Mayor, encantado—. ¡Era mío!
—¿Qué quieres decir con que era tuyo? —preguntó Chawker Menor.
—Mi hijo que se ha quedado en casa ha trabajado bien mientras tú estabas fuera —dijo Viejo, con severa aprobación—. Ha diseñado un programa computarizado que ha preparado y producido tres nuevas moléculas aromáticas compatibles con la vida, y muy prometedoras. El Gran-Viejo Tomasz en persona ha querido probar una de las realizaciones de Mayor, esa misma que tú acabas de saborear, Pródigo-Menor-mío, y ha dado su aprobación.
—En realidad no dijo nada, Viejo-mío —dijo Chawker Mayor.
—Su expresión no necesitaba palabras —aseveró Dama.
—Eso está bien —aprobó Chawker Menor, contento de no ser ya el centro de la escena—. ¿Vas a presentarte a los Premios?
—Me ha pasado por la cabeza —dijo Chawker Mayor, aparentando indiferencia—. No con este..., lo llamo Luz Púrpura, por cierto..., sino que creo que voy a hacer algo distinto, algo más adecuado para la competición.
Chawker Menor frunció el ceño.
—Yo había pensado que...
—¿Sí?
—... que iba a poder relajarme y no pensar en nada. Vamos, Dama-mía, dame un bocado más de esa cosa de Mayor, y veamos lo que puedo deducir respecto a la estructura química de su Luz Púrpura.
3.
Durante una semana, la atmósfera de fiesta en la casa Chawker continuó. Chawker Viejo era muy conocido en Gammer, y parecía que la mitad de los habitantes del mundo habían pasado ya por su Sección para saciar su curiosidad y comprobar con sus propios ojos que Chawker Menor había regresado sano y salvo. La mayoría hacían observaciones sobre su tez, y más de una mujer joven preguntó si podía tocarle la mejilla, como si el ligero bronceado fuera una capa de algo que se pudiera sentir bajo los dedos.
Chawker Menor permitía ese tocar con señorial complacencia, pese a que Dama desaprobaba aquellas peticiones y lo expresaba claramente.
El propio Gran-Viejo Tomasz acudió desde su refugio, tan regordete como un gammerano podía permitirse ser, y sin la menor señal que la edad o el pelo blanco hubieran mermado su talento. Era un Maestro Gustador como Gammer no había visto nunca, pese a la leyenda de Gran-Viejo Faron, hacía medio siglo. No había nada que entrara en contacto con la lengua de Tomasz que no se le abriera en todos sus detalles.
A Chawker Menor, que no sentía gran tendencia a infravalorar su propio talento, no le avergonzaba admitir que no se veía capaz de alcanzar la soberbia experiencia del viejo.
El Gran-Viejo, quien desde haría casi veinte años regía el festival anual de los Premios a causa de la fuerza de su talento, preguntó inmediatamente acerca de los Otros Mundos, los cuales, por supuesto, nunca había visitado.
Fue indulgente, sin embargo, y sonrió a Dama Chawker.
—No tienes por qué temer, Dama —dijo—. La gente joven de estos días es curiosa. En mis tiempos nos contentábamos con alimentarnos de nuestro propio cilindro de saber, como dice el proverbio, pero estos son nuevos tiempos, y hay muchos que efectúan lo que ellos llaman el Gran Viaje. Quizá sea bueno. Ver los Otros Mundos..., frívolos, bañados por el Sol, eternamente curiosos, no gustativos, sin una tendencia hacia el sabor pero conformándose con ello..., todo eso hace que uno aprecie al hermano mayor, como dice el proverbio.
El Gran-Viejo Tomasz era el único gammerano al que Chawker Menor había oído hablar de Gammer como de «el hermano mayor», aunque uno podía encontrar a menudo esa cita en las videocasetes. Gammer había sido la tercera colonia fundada en la órbita lunar allá por los años pioneros del siglo XXI, pero las dos primeras, Alfer y Bayter, no habían resultado ecológicamente viables. Gammer sí.
Chawker Menor dijo, con táctica cautela:
—La gente de los Otros Mundos nunca se cansaba de decirme lo mucho que significa la experiencia de Gammer para todos los mundos que fueron fundados más tarde. Todos ellos aprendieron de Gammer, dicen.
El rostro de Tomasz se iluminó.
—Por supuesto. Por supuesto. Bien dicho.
Chawker Menor prosiguió, aún más cautelosamente:
—Y sin embargo, compréndelo, Gran-Viejo, su orgullo es tal que unos cuantos de ellos piensan que han mejorado el ejemplo de Gammer.
El Gran-Viejo Tomasz expelió fuertemente el aliento por la nariz («Nunca respires por la boca a menos que no puedas evitarlo -no dejaba de repetir una y otra vez-, porque eso insensibiliza la lengua del Gustador»), y miró fijamente a Chawker Menor con sus profundos ojos azules, que parecían más azules todavía debido a la nívea blancura de las cejas que se arqueaban sobre ellos.
—¿Mejorado en qué sentido? ¿Sugirieron acaso alguna mejora específica?
Chawker Menor, sabiendo que se hallaba en situación delicada, y consciente del desagradable fruncimiento de cejas de Chawker Viejo, dijo suavemente:
—En asuntos que son importantes para ellos, supongo; no me considero buen juez para esas cosas.
—En asuntos que son importantes para ellos... ¿Has encontrado acaso algún mundo que sepa más acerca de química alimentaria que nosotros?
—¡No! Por supuesto que no, Gran-Viejo. Nadie se preocupa de esas cosas, por lo que pude ver. Todos ellos confían en nuestros hallazgos. Y lo admiten abiertamente.
El Gran-Viejo Tomasz dejó escapar un gruñido y dijo:
—Confían en nosotros para conocer los efectos primarios y secundarios de un centenar de miles de moléculas, y para estudiar, definir y analizar los efectos de un millar más cada año. Confían en nosotros para resolver las necesidades dietéticas de elementos y vitaminas hasta la última sílaba. Más aún, confían en nosotros para elaborar el arte del gusto hasta sus últimas y más sutilmente evolucionadas consecuencias. ¿No es así?
—Sí, admiten todo eso sin la menor vacilación.
—¿Y dónde podrías encontrar unas computadoras más fiables y más complejas que las nuestras?
—En lo que a nuestro campo se refiere, en ninguna parte.
—¿Y de qué Básico se sirven? —Con humor, añadió—: ¿O acaso esperan la llegada de un joven gammerano para devorarlo?
—No, Gran-Viejo, tienen Básico. En todos los mundos que visité tenían Básico; y en todos los que no visité me dijeron que también tenían. Incluso en el mundo donde el Básico es considerado como algo destinado principalmente a las clases inferiores...
Tomasz enrojeció.
—¡Idiotas! —murmuró.
—Diferentes mundos, diferentes costumbres —dijo Chawker Menor, apresuradamente—. Pero incluso allí, Gran-Viejo, el Básico es popular, como algo necesario y conveniente, barato y alimenticio. Y han obtenido su Básico de nosotros. Todos ellos poseen unos cultivos de hongos traídos originalmente de Gammer.
—¿Qué tipo de cultivos?
—Cultivos A-Cinco —dijo Chawker Menor, como disculpándose—. Son los más resistentes, dicen, y los que necesitan menos energía.
—Y los más ordinarios —puntualizó Tomasz con satisfacción—. ¿Y qué aditivos aromáticos utilizan?
—Muy pocos —concedió Chawker Menor. Pensó durante unos instantes, y luego dijo—: Había, en Kapper, un lugar donde tenían un aditivo que era popular entre los kappanos y que tenía posibilidades... Sin embargo, estas no habían sido desarrolladas adecuadamente, y cuando distribuí unos cuantos bocados de los que Dama-mía me había enviado, se vieron obligados a admitir que eran con relación a los suyos lo mismo que es Gammer con relación a un pedrusco espacial.
—No me habías dicho eso —intervino Dama Chawker, quien hasta entonces no se había aventurado a hacer ningún comentario, por tratarse de una conversación que tenía al Gran-Viejo como uno de sus participantes—. ¿A los de los Otros Mundos les gustaron mis preparaciones?
—No se las di a probar todas —dijo Chawker Menor—. Me sentía demasiado egoísta para hacerlo. Pero les gustaron enormemente las pocas que les dejé probar, Dama-mía.
4.
Pasaron varios días antes que los dos hermanos consiguieran encontrar un momento para estar a solas.
—¿Estuviste realmente en Kee? —preguntó Mayor.
Chawker Menor bajó la voz.
—Estuve. Sólo un par de días. Era demasiado caro para estar más tiempo.
—Seguro que a Viejo no le gustaría saber que estuviste allí ni siquiera dos días.
—No tengo intención de decírselo. ¿Y tú?
—No hagas preguntas estúpidas. Háblame de él.
Chawker Menor lo hizo, con semiembarazosos detalles, y finalmente dijo:
—El asunto es, Mayor, que a ellos no les parece mal. Ni siquiera piensan en ello. Eso me hace pensar que quizá no existan un auténtico bien y un auténtico mal. Lo que uno suele hacer es lo que está bien. Lo que uno no suele hacer es lo que está mal.
—Prueba a decirle eso a Viejo.
—Lo que él piensa está bien, y lo que está acostumbrado a hacer también está bien. Eso es algo que hay que admitir.
—¿Qué diferencia representa lo que yo admita? Viejo piensa que todo lo que está bien y todo lo que está mal fue escrito por los constructores de Gammer, y todo ello está en un libro del que solamente hay un ejemplar, que se halla en nuestro poder; de modo que los demás Otros Mundos están equivocados, para siempre. Hablo metafóricamente, por supuesto.
—Yo también creía eso, Mayor..., metafóricamente. Pero me sorprendió enormemente ver con cuánta calma se lo tomaban los de los Otros Mundos. Pude... verlos pacer.
Un espasmo de disgusto cruzó el rostro de Mayor.
—¿Pacer animales, quieres decir?
—No tenían el aspecto de animales cuando los pacían. Ese es el asunto.
—¿Los viste matar, y diseccionar, esas..., esas... ?
—No —le atajó con rapidez—. Sólo los vi cuando todo había terminado. Lo que comían se parecía a algunos tipos de Básico, y olía como algunos tipos de Básico. Imagino que su sabor...
Chawker Mayor crispó el rostro en una expresión de extrema repulsión, y su hermano dijo, a la defensiva:
—Lo cierto es que el pacer vino primero, ya sabes. En la Tierra, quiero decir. Y es posible que cuando el Básico fue desarrollado en Gammer, fuera diseñado para imitar el sabor de los pastos.
—Prefiero no creer eso —dijo Chawker Mayor.
—Lo que tú prefieras no importa.
—Escucha. Me tiene sin cuidado que pazcan. Si alguna vez tienen la oportunidad de comer auténtico Básico..., no el Cultivo A-Cinco, sino los mejores hongos, como dice el proverbio..., y si disponen de nuestros sofisticados aditivos y no la mierda primitiva que utilizan, comerán siempre eso, y nunca más volverán a soñar en pacer. Si pueden comer lo que yo he logrado, y lo que lograré aún...
—¿Realmente vas a intentar ganar el Premio, Mayor? —dijo Chawker Menor con anhelo.
Chawker Mayor quedó unos momentos pensativo, luego dijo:
—Creo que sí, Menor. Realmente, creo que sí. Aunque no gane, finalmente venceré. El programa que he ideado es distinto. —Se iba excitando por momentos—. No es como cualquier otro de los programas de computadora que he visto o de los que he oído hablar. Y funciona. Todo está en... —De pronto se calló, y dijo, inquieto—: Espero, Menor, que no te importe el que no te cuente nada al respecto. No se lo he contado a nadie.
Chawker Menor se alzó de hombros.
—Sería una locura contárselo a alguien. Si realmente tienes un buen programa, puedes hacer fortuna con él; tú lo sabes. Mira al Gran-Viejo Tomasz. Deben haber transcurrido treinta y cinco años desde que desarrolló el Canto del Corredor, y aún no ha publicado su receta.
—Sí —dijo Chawker Mayor—, pero hay muchas suposiciones bastante aproximadas acerca de cómo lo logró. Y realmente, en mi opinión, no es...
Meneó dubitativo la cabeza, prefiriendo no decir nada por lo que pudiera ser acusado de lesa majestad.
—La razón para que te preguntara si ibas a intentar ganar el Premio... —dijo Chawker Menor.
—¿Sí?
—Es que yo también estaba pensando presentarme.
—¿Tú? Si aún no eres lo bastante mayor.
—Tengo veintidós años. ¿Qué quieres decir con eso?
—No sabes lo suficiente, Menor. ¿Cuándo has manejado tú una computadora?
—¿Qué importa eso? Una computadora no es la respuesta.
—¿No? ¿Qué, entonces?
—Las papilas gustativas.
—Siempre lo mismo: las papilas gustativas. Todos nos sabemos esa canción; como dice el proverbio, es como alcanzar el eje cero de un solo salto.
—Pero estoy hablando en serio, Mayor. Una computadora es tan sólo el punto de partida, ¿no? Todo termina en la lengua, no importa donde empieces.
—Y, por supuesto, un Maestro Gustador como tú puede conseguirlo.
Chawker Menor no estaba tan bronceado como para que no se le notara enrojecer.
—Quizá no un Maestro Gustador, pero sí un Gustador de todos modos, y tú lo sabes. Lo importante es que, habiendo permanecido lejos de casa durante un año, he aprendido a apreciar el buen Básico y todo lo que puede hacerse con él. He aprendido lo suficiente... Mira, Mayor, mi lengua es todo lo que tengo, y me gustaría devolver todo el dinero que Viejo y Dama han gastado conmigo. ¿Tienes alguna objeción que hacer a que yo participe? ¿Temes la competencia?
Chawker Mayor se envaró. Era más alto y más robusto que su hermano, y no parecía demasiado amigable.
—No hay ninguna competencia que temer. Si deseas participar, hazlo, niño-Menor. Pero no me vengas llorando cuando termines avergonzado. Y te diré que a Viejo no le va a gustar que hagas esa exhibición gustativa de ti mismo, como dice el proverbio.
—Nadie está obligado a ganar. Y aunque no gane, finalmente venceré, como dice tu proverbio.
Y Chawker Menor se dio la vuelta y se fue. También él se sentía un poco malhumorado.
5.
Finalmente, las cosas volvieron a su cauce. Todo el mundo parecía estar ya harto de los relatos de los Otros Mundos. Chawker Menor había descrito por quincuagésima vez a los animales vivientes que había visto, y había negado por centésima vez que hubiera visto matar a alguno de ellos. Había descrito las escenas de los campos de grano, e intentado explicar a qué se parecía la luz del Sol cuando brillaba sobre hombres y mujeres, edificios y campos, atravesando un aire que se había vuelto ligeramente azul y brumoso en la distancia. Había explicado por ducentésima vez que no, que no era en absoluto como el efecto de la luz solar sobre los miradores externos de Gammer (que por otra parte casi nadie visitaba).
Y ahora que todo había pasado, casi echaba de menos el que le pararan en los corredores. Ya no le desagradaba ser una celebridad. Tenía una sensación como de pérdida mientras rebobinaba el librofilm que ya estaba cansado de ver e intentaba no irritarse con Dama.
—¿Qué es lo que ocurre, Dama-mía? —dijo—. No has sonreído en todo el día.
Su madre alzó la vista hacia él, pensativa.
—Es inquietante ver la disensión entre Mayor y Menor.
—Oh, vamos.
Chawker Menor se puso irritadamente en pie y se dirigió hacia el renovador de aire. Era un día-jazmín, y le encantaba el olor; como siempre, automáticamente, se preguntaba cómo podría mejorarlo. Era muy débil, por supuesto, ya que todo el mundo sabía que los olores florales intensos embotaban el paladar.
—No ocurre nada, Dama —dijo—. Simplemente estoy intentando concurrir al Premio. Es un derecho libre de todo gammerano de más de veintiún años.
—Pero no es de buen gusto competir con tu propio hermano.
—¡Buen gusto! ¿Por qué no? Yo compito con todos. Él también. Es tan sólo un asunto de detalle el que compitamos el uno contra el otro. ¿Por qué no tienes en cuenta que él está compitiendo también conmigo?
—Es tres años mayor que tú, Menor-mío.
—Y quizá gane, Dama-mía. Él tiene la computadora. ¿Te ha pedido Mayor que me pidas que abandone?
—No, no lo ha hecho. No pienses así de tu hermano.
Dama dijo eso con tono sincero, pero evitó sus ojos.
—Bien —dijo Chawker Menor—, entonces ha venido a lamentarse contigo, y tú has sabido lo que quería sin que él haya tenido que decírtelo. Y todo eso porque me he clasificado en la primera eliminatoria y él no esperaba que lo consiguiera.
—Cualquiera puede clasificarse —dijo la voz de Chawker Mayor desde el umbral.
Chawker Menor se volvió.
—¿De veras? Entonces, ¿por qué te preocupas? ¿Y por qué un centenar de personas no consiguieron clasificarse?
—Lo que decidan algunos mentecatos de poco paladar significa muy poco, Menor —dijo Chawker Mayor—. Espera a llegar ante el tribunal.
—Puesto que tú también te has clasificado, Mayor, no tienes necesidad de decirme cuán poca importancia tiene el que algunos mentecatos de poco paladar...
—Jóvenes-míos —dijo Dama secamente—, ya basta. Quizá debamos recordar lo poco habitual que resulta que el Mayor y el Menor de una misma unidad se clasifiquen.
Ninguno de los dos se atrevió a romper el silencio en presencia de Dama durante un rato..., pero sus fruncidos ceños eran lo bastante elocuentes.
6.
A medida que pasaban los días, Chawker Menor se daba cuenta que cada vez iba sumergiéndose más en la tarea de preparar la muestra definitiva de Básico aromatizado que, según le dijeran sus papilas gustativas y olfatorias, debía ser algo completamente distinto a cualquier otra cosa que una lengua gammerana hubiera paladeado.
Fue incluso a visitar los propios tanques de Básico, donde los deliciosos hongos casi insípidos crecían en las hediondas extensiones y se multiplicaban a una velocidad extraordinaria, bajo condiciones cuidadosamente idealizadas, en tres docenas de cultivos básicos distintos, cada uno de ellos con sus variantes.
(El Maestro Gustador, probando directamente el Básico sin aromatizar —los hongos inalterados, como decía el proverbio—, era capaz de indicar su origen, señalando sección y corredor. El Gran-Viejo Tomasz había afirmado públicamente más de una vez que era capaz de indicar el propio tanque de origen y, a veces, hasta la parte del tanque, aunque nunca se había sometido a dicha prueba.)
Chawker Menor no pretendía ser tan experto como Tomasz, pero lamió, paladeó, mordisqueó y chupó hasta decidir el exacto cultivo y variedad que deseaba, el que mejor pudiera combinar con los ingredientes que mezclaba en su mente. Un buen Gustador, decía el Gran-Viejo Tomasz, podía combinar ingredientes mentalmente, y probar la mezcla con su simple imaginación. En lo que a Tomasz se refería, podía tratarse de una mera afirmación, pero Chawker Menor se la había tomado en serio, y estaba seguro que él podía conseguirlo.
Había alquilado un espacio en las cocinas (otro gasto para el pobre Viejo, aunque Chawker Menor estaba haciendo las cosas con mucho menos de lo que Mayor había pedido).
No se lamentaba de tener menos cosas a su disposición, puesto que, habiendo dejado de lado las computadoras, no necesitaba mucho. Picadoras, batidoras, calentadores, coladores y todos los demás utensilios de cocina ocupaban poco espacio. Además, disponía de una excelente campana extractora para enmascarar y eliminar todos los olores. (Todo el mundo conocía los horribles relatos de los Gustadores que habían dejado escapar un solo atisbo de olor y luego habían descubierto que su mezcla creativa era del dominio público antes que hubieran podido presentarla al tribunal. Como Dama decía muy bien, robar el producto de otra persona no era de buen gusto, pero ocurría, y no había recurso legal contra ello.)
La señal luminosa destelló, con un código muy conocido. Se trataba de Chawker Viejo. Chawker Menor sintió el mismo estremecimiento de culpabilidad que había sentido de niño, cuando fue descubierto robando bocados de Básico reservados a los invitados.
—Un momento, Viejo-mío —exclamó.
Y en un arrebato de frenética actividad, puso la campana extractora a toda potencia, retiró los ingredientes de encima de la mesa de trabajo y los metió en cajones, y luego salió, cerrando rápidamente la puerta tras de sí.
—Lo siento, Viejo-mío —dijo, aparentando desenvoltura—, pero ya sabes que la Gustomancia es lo primero.
—Comprendo —dijo Viejo rígidamente, aunque las aletas de su nariz se habían agitado por un momento, como si desearan captar algún aroma fugitivo—, pero estos últimos tiempos casi nunca estás en casa, no más que cuando estabas perdiendo el tiempo por el espacio, y me veo en la obligación de venir aquí para hablar contigo.
—No hay ningún problema, Viejo. Vayamos al salón.
El salón no estaba muy lejos y, afortunadamente, se hallaba vacío. La atenta mirada de Viejo hacia uno y otro lado reveló que el hecho que éste estuviera vacío era afortunado para él, y Chawker Menor suspiró inaudiblemente. Sabía que iba a ser amonestado.
Finalmente, Viejo dijo:
—Menor, eres mi hijo, y cumpliré con mi deber para contigo. Sin embargo, mi deber no consiste más que en pagar tus gastos y ver que tengas un justo principio en la vida. También tengo la obligación de reñirte, si se presenta el caso. Como dice el proverbio, quien desea un buen Básico no debe escatimar los desechos.
Chawker bajó los ojos. Él, junto con su hermano, se hallaba entre los treinta que se habían clasificado para la final del Premio, a celebrar dentro de una semana, y rumores no oficiales decían que Chawker Menor había conseguido una puntuación ligeramente más alta que la de Chawker Mayor.
—Viejo —dijo Chawker Menor—, ¿vas a pedirme que haga menos de lo que puedo hacer, en bien de mi hermano?
Los ojos de Chawker Viejo parpadearon en un momento de desconcierto, y Chawker Menor cerró fuertemente la boca. Había ido en una dirección equivocada.
—No te pido que hagas menos de lo que puedes hacer —dijo Viejo—, sino más de lo que estás haciendo. Piensa en la vergüenza que nos infligiste con tu pequeño asunto con Stens Mayor la semana pasada.
Por un momento, Chawker Menor tuvo dificultad en recordar a qué se refería su padre. No había hecho nada en absoluto con Stens Mayor..., una muchacha más bien tonta con la cual se contentaba con intercambiar algunas breves palabras, no muchas.
—¿Stens Mayor? ¿Vergüenza? No entiendo nada.
—No digas que no recuerdas lo que dijiste. Stens Mayor se lo repitió a su Viejo y a su Dama, buenos amigos de nuestra familia, y ahora es la habladuría de toda la Sección. ¿Qué te ocurrió, Menor, para atacar así las tradiciones de Gammer?
—No hice nada de eso. Ella me preguntó sobre mi Gran Viaje, y no le conté mas de lo que les conté a los trescientos anteriores.
—¿No le dijiste acaso que debería permitirse que las mujeres pudieran efectuar también el Gran Viaje?
—Ah, eso.
—Sí. Eso.
—Pero, Viejo, lo que le dije fue que si ella pudiera efectuar por sí misma el Gran Viaje, no tendría necesidad de hacer preguntas. Y cuando ella se mostró impresionada ante tal sugerencia, le dije que, en mi opinión, cuantos más gammeranos vieran los Otros Mundos, mejor sería para todos nosotros. En mi opinión, formamos una sociedad demasiado cerrada, y no soy el primero que lo dice, Viejo.
—Sí, he oído hablar de radicales que dicen eso, pero no en nuestra Sección, y por supuesto no en nuestra familia. Hemos tenido que soportar mucho más que los Otros Mundos; tenemos una sociedad más estable y adaptada; no tenemos sus problemas. ¿Existe el crimen entre nosotros? ¿Existe la corrupción entre nosotros?
—Pero, Viejo, eso es al precio de la inmovilidad y de la muerte en vida. Estamos tan atados aquí, tan encerrados...
—¿Qué pueden enseñarnos esos Otros Mundos? ¿No te sentiste tú feliz de regresar a las cerradas y confortables Secciones de Gammer, con sus corredores iluminados por la dorada luz de nuestra propia energía?
—Sí..., pero, ¿sabes?, también me siento despojado. Hay tantas cosas en los Otros Mundos a las que me gustaría poder acostumbrarme...
—¿Puedes decirme exactamente cuáles, loco-Menor-mío?
Chawker Menor se mordió los labios a fin de no dejar escapar las palabras. Tras una pausa, dijo:
—¿Por qué simplemente hacer afirmaciones? Cuando pueda probar que en este o en aquel punto en particular los Otros Mundos son superiores a Gammer, te presentaré la prueba. Hasta entonces, ¿de qué sirve hablar?
—Hasta ahora no has hecho otra cosa que hablar neciamente, Menor, y eso te ha acarreado tan poco bien que podemos decir que lo único que ha conseguido ha sido perjudicarte... Menor, si te queda algo de respeto hacia mí tras tu Gran Viaje, que Dama-tuya te autorizó pese a mi voluntad, Gammer lo sabe, o si tienes algo de consideración hacia el hecho que sigo sin negarte nada que mi crédito pueda conseguirte, entonces mantendrás la boca cerrada a partir de ahora. No creas que voy a dudar en echarte de nosotros si sigues avergonzándonos. Entonces podrás continuar tu Gran Viaje durante tanto tiempo como la Órbita permanezca... Y dejarás de ser mi hijo.
—Como tu digas, Viejo-mío —dijo Chawker Menor en voz baja—. A partir de este momento, a menos que tenga pruebas, no diré nada.
—Puesto que nunca vas a conseguir pruebas —sentenció Viejo hoscamente—, me sentiré satisfecho con que mantengas tu palabra.
7.
Las Finales anuales eran la principal ocasión de fiesta, el mayor acontecimiento social, la mayor excitación de todo tipo en el transcurso del año. Cada uno de los treinta platos de sofisticadamente aromatizado Básico estaban ya preparados. Cada uno de los treinta jueces probaría cada plato a intervalos lo bastante espaciados para permitirles restablecer su paladar. Eso llevaría todo el día.
Honestamente, los gammeranos tenían que admitir que los casi cien vencedores que a lo largo del tiempo habían ganado su premio y el derecho a figurar en la historia de Gammer no habían presentado todos ellos platos que luego hubieran entrado a formar parte del Gran Menú como clásicos. Algunos habían sido olvidados, y otros eran ahora considerados como vulgares. Por otra parte, al menos dos de los favoritos de Gammer de todos los tiempos, combinaciones que habían sido preferidas en los restaurantes y hogares durante dos décadas, habían sido eliminados en los años en que se habían presentado a la competición. Terciopelo Negro, cuya sorprendente combinación de chocolate caliente y brotes de cerezo lo habían convertido en el dulce más apreciado, ni siquiera había conseguido llegar a las Finales.
Chawker Menor no tenía ninguna duda acerca del resultado. Se sentía tan confiado que se hallaba en constante peligro de aburrirse. No dejaba de observar los rostros de los jueces cada vez que uno de ellos tomaba un bocado de uno de los platos y lo colocaba sobre su lengua. Había una cuidadosa inexpresividad en sus rostros, un entrecerrar de sus párpados. Ningún auténtico juez permitiría jamás una expresión de sorpresa o dejaría que un suspiro de satisfacción escapara de entre sus labios..., como tampoco una mueca de desdén. Simplemente, anotaban sus puntuaciones en las pequeñas tarjetas computarizadas que llevaban consigo.
Chawker Menor se preguntó si les resultaría posible contener su satisfacción cuando probaran el suyo. Durante la semana pasada, su mezcla había ido creciendo en perfección, había alcanzado una cima de perfección gustativa que ya no podía ser superada, no podía...
—¿Contando tus puntos? —le susurró Chawker Mayor al oído.
Chawker Menor se sobresaltó, y se volvió rápidamente. Chawker Mayor iba vestido enteramente de ceremonia, y brillaba con esplendor.
—Vamos, Mayor-mío —dijo Chawker Menor—, te deseo lo mejor. Realmente te lo deseo. Me gustaría que te situaras tan alto como sea posible.
—El segundo lugar, si tú ganas, ¿no es eso?
—¿Rechazarías el segundo lugar si yo ganara?
—No puedes ganar. He comprobado algo. Conozco cuál es tu cultivo de Básico; conozco tus ingredientes...
—¿Y has tenido tiempo para dedicarlo a tu propio trabajo, además de dedicarte a hacer de detective?
—No te preocupes por mí. No me ha llevado mucho tiempo comprobar que no existe ninguna forma en que puedas haber combinado tus ingredientes para conseguir algo de valor.
—Lo comprobaste con tu computadora, supongo.
—Así fue.
—Entonces, ¿cómo he llegado hasta las Finales, me pregunto? Quizá no sepas todo lo que hay que saber acerca de mis ingredientes. Mira, Mayor, el número de combinaciones efectivas incluso de unos pocos ingredientes es astronómico, si consideras las distintas proporciones posibles, los posibles tratamientos antes y después de la mezcla, el orden de esa mezcla, y...
—No necesito tu conferencia, Menor.
—Entonces ya sabes que ninguna computadora de las existentes ha sido programada con la complejidad de una lengua hábil. Escucha, puedes añadir algunos ingredientes en proporciones tan pequeñas que no sean detectables para las papilas gustativas, pero que sin embargo añadan un toque de sabor que represente un cambio notable.
—¿Te enseñaron todo eso en los Otros Mundos, jovencito?
—Lo aprendí por mí mismo.
Y Chawker Menor se apartó antes de verse obligado a hablar más de la cuenta.
8.
No había la menor duda que este año, como en gran número de años anteriores, el Gran-Viejo Tomasz tenía al Comité Juzgador en la punta de la lengua, como dice el proverbio.
Miró hacia ambos lados de la larga mesa en la que los jueces habían tomado asiento por orden de prioridad, con el propio Tomasz exactamente en el centro. Los datos habían sido introducidos en la computadora; el resultado había sido establecido. Reinaba un silencio absoluto en la habitación donde los participantes, sus amigos y sus familias permanecían sentados, aguardando la gloria y, a falta de ésta, al menos el consuelo de poder probar las muestras de los concursantes.
El resto de Gammer, posiblemente sin excepción, contemplaba la celebración por holovídeo. Después de todo, los platos concursantes serían repetidos una y otra vez a lo largo de toda una semana de festejos para que todo el mundo pudiera probarlos, y aunque la opinión general no siempre coincidía con la de los jueces, eso no afectaba en absoluto a la concesión del premio.
—No recuerdo ningún Premio en el cual no hayan surgido pequeñas dudas acerca de la decisión de la computadora, o de la aceptación general del fallo —dijo Tomasz.
Hubo un asentimiento general de cabezas, y sonrisas y miradas de satisfacción.
Chawker Menor pensó: «Parecen sinceros, como si estuvieran totalmente de acuerdo con el Gran-Viejo; así que debo haber ganado yo».
—Este año —prosiguió Tomasz— he tenido el privilegio de paladear un plato más sutil, más tentador, más ambrosiaco que cualquier otro plato que haya probado nunca, en todos mis años y experiencia. Es el mejor. No puedo imaginar que jamás sea superado.
Alzó en su mano las tarjetas de la computadora.
—El vencedor lo es por unanimidad, y la computadora ha sido necesaria únicamente para determinar el orden de los finalistas. El vencedor es... —Hizo una ligera pausa efectista y luego, para absoluta sorpresa de todo el mundo menos el ganador, declaró—: Chawker Menor, por su plato titulado Montaña Encapuchada. Joven...
Chawker Menor avanzó en busca de la cinta, la placa, el reconocimiento, los apretones de manos, las filmaciones, las sonrisas, y los demás participantes recibieron sus números de la lista. Chawker Mayor quedó en quinto lugar.
9.
El Gran-Viejo Tomasz fue en busca de Chawker Menor al cabo de un rato y tomó al joven del brazo.
—Bien, Chawker Menor, este es un maravilloso día para ti y para todos nosotros. No estoy exagerando. Tu plato fue el mejor que jamás haya paladeado..., y sin embargo me has dejado curioso e intrigado. He identificado todos los ingredientes, pero no existe ninguna forma en que su combinación pueda producir lo que ha producido. ¿Te importaría compartir tu secreto conmigo? No te lo reprocharé si te niegas, pero ante el caso de un logro tan impresionante por parte de una persona tan joven, ante...
—No me importa decírselo, Gran-Viejo. Pretendo decírselo a todo el mundo. Le dije a mi Viejo que no diría nada hasta que tuviera pruebas. ¡Usted ha proporcionado esas pruebas!
—¿Qué? —dijo Tomasz, desconcertado—. ¿Qué pruebas?
—En realidad, la idea del plato se me ocurrió en los Otros Mundos, en Kapper, por lo cual lo he llamado precisamente Montaña Encapuchada, a manera de tributo. Utilicé ingredientes normales, Gran-Viejo, cuidadosamente mezclados, todos excepto uno. Supongo que detectó usted el Jardín Perfumado.
—Sí, lo hice, pero había una ligera modificación en él, creo, que no pude captar. ¿Cómo pudo el Otro Mundo que has mencionado afectar las cosas?
—Porque no se trata de Jardín Perfumado, Gran-Viejo, no el químico. Utilicé una complicada mezcla para obtener el Jardín Perfumado, una mezcla de cuya naturaleza no puedo estar completamente seguro.
Tomasz frunció el ceño, sorprendido.
—¿Quieres decir entonces que no puedes reproducir ese plato?
—Puedo reproducirlo; esté tranquilo al respecto, Gran-Viejo. El ingrediente al cual me refiero es el ajo.
—Esa es tan sólo la denominación vulgar de la Montaña Perfumada —dijo Tomasz impacientemente.
—No la Montaña Perfumada. Así es como se denomina a la mezcla química. Yo estoy hablando del bulbo de la planta.
Los ojos del Gran-Viejo Tomasz se abrieron tan enormemente como su boca.
Entusiasta, Chawker Menor prosiguió:
—Ninguna mezcla puede reproducir la complejidad de un producto crecido de la tierra, Gran-Viejo, y en Kapper han conseguido una variedad particularmente delicada, que utilizan en su Básico. Lo utilizan incorrectamente, sin apreciar en nada su potencialidad. Comprendí de inmediato que un auténtico gammerano podía hacerlo infinitamente mejor, así que regresé trayéndome un cierto número de bulbos, y los utilicé para lograr una mayor perfección. Usted ha dicho que era el mejor plato de Básico que se había llevado a la lengua, y no existe mejor prueba de lo valioso que puede resultar el abrir nuestra sociedad...
Pero finalmente se interrumpió, y se quedó mirando a Tomasz con sorpresa y alarma. Tomasz se estaba echando rápidamente hacia atrás. Con voz entrecortada, dijo:
—Un producto... del suelo... He comido...
El Gran-Viejo había alardeado a menudo que la firmeza de su estómago era tal que jamás había vomitado, ni siquiera en su infancia. Y por supuesto nadie había vomitado nunca en el Gran Salón de los Juicios. El Gran-Viejo sentó ahora un precedente en ambos sentidos.
10.
Chawker Menor no se recobró. No se recobraría nunca. Si era el exilio lo que Chawker Viejo había sentenciado para él, que lo fuera. Jamás regresaría.
Viejo no había acudido a verle partir. Y tampoco Mayor, por supuesto. No importaba; Chawker Menor se juró a sí mismo que se saldría de aquello como fuera, sin su ayuda, aunque eso significara trabajar en Kapper como cocinero.
Dama estaba allí, sin embargo, la única en todo el campo para verle marchar; la única que había tenido el valor de aceptar a la no persona en que se había convertido. Temblaba y parecía angustiada, y Chawker Menor se sintió impulsado por un deseo desesperado de justificarse.
—Dama-mía —dijo, en un acceso de autocompasión—, ¡esto es injusto! Fue el mejor plato que jamás se haya hecho en Gammer. El propio Gran-Viejo lo dijo. El mejor. El hecho que yo hubiera rallado un bulbo en él no significa que el plato fuera malo; significa que el bulbo era bueno. ¿No lo entiendes? Mira..., debo subir a la nave. Dime que lo entiendes. ¿No comprendes que eso significa que podemos convertirnos en una sociedad abierta, aprender de los demás al mismo tiempo que les enseñamos, y que de otro modo languideceremos?
La plataforma empezó a elevarlo hacia la entrada de la nave. Ella le miraba tristemente, como si supiera que nunca iba a volver a verle.
Llegó arriba, se sujetó a la barandilla.
—¿Qué es lo que hice mal, Dama-mía?
Y ella, en voz baja y aturdida, dijo:
—¿Acaso no comprendes, Menor-mío, que lo que hiciste no fue de buen...?
El sonido de la puerta de la nave abriéndose ahogó la última palabra, y Chawker Menor entró y dejó la vista de Gammer atrás para siempre.